Viaje a Tanger 2017

Los jóvenes de la Parroquia han viajado a Tanger para colaborar con distintas organizaciones católicas que trabajan allí con los más necesitados.

Tánger #1

Doy gracias a Dios por el regalo de esta experiencia con este grupo de jóvenes, la mayoría son de los grupos de jóvenes de la parroquia.
Chavales que conoces bien, que has acompañado durante varios años, con los que también viví la JMJ de Cracovia del verano del 2016, convivencia de Cádiz al final del curso del 2015 y el Camino De Santiago en julio del 2014. Alguna otra de hace años atrás cuando estuve en Sta María la blanca de montecarmelo.

Acompañar a los jóvenes, estar con ellos, dedicarles tiempo, hablar, escuchar, convivir... es una opción. Mientras pueda y tenga fuerzas es mi manera de amar al Señor.

El deseo que brota de mi corazón es transmitirles el amor de Dios, ayudarles a anclar sus vidas en la confianza de Dios, hacerles ver que la sociedad en la que vivimos esta enferma de egoísmo y que estamos llamados a sanarla por medio del Amor. Deseo inculcar en ellos el compromiso con la Iglesia a construir un mundo diferente. Con la Iglesia y desde la Iglesia, a la cual siento madre y hogar.

Hay muchas ONGs que hacen una labor extraordinaria y que tienen un lugar y una función. Pero también está la presencia de la Iglesia misionera: hombres y mujeres de Dios entregados por pura generosidad a transformar este mundo, sostenidos por la fuerza de Dios, buscando que el motor del Amor mueva y dirija todas sus tareas... siempre más cerca del que sufre, del pobre, del abatido. Ahí está la Iglesia, porque ahí está Dios abrazando esas realidades.

Nada más llegar hemos recorrido las distintas labores que realiza la Iglesia local en Tánger comprometida con los que más sufren. Los chicos se han llevado una visión de toda la presencia eclesial. Algunos con solo los primeros días ya han quedado tocados y removidos.

Los chavales se ha dividido en pequeños equipos para apoyar el trabajo de las distintas comunidades. (Pocas fotos podemos hacer en los lugares de trabajo por respeto a las personas). Al final del día nos subimos al terrado para ver el anochecer juntos y compartir las experiencias del día. Lo que busco es que asimilen, que reflexionen, que cale, que esto llegue al corazón y transforme. Vivimos en una sociedad de consumo, les digo, y muchas veces los voluntariados también se pueden vivir desde esa mentalidad: consumir experiencias que luego caen en el olvido. Mi dedicación es que cale, es sembrar... ya dará su fruto.

 

Tánger #2: Diversidad

El domingo estuvimos celebrando la eucaristía en la Catedral, sede del obispo local, nuestra casa e Iglesia madre. Tuve el privilegio de presidir la eucaristía y predicar para la comunidad local. Lo sentí como un regalo y una gran responsabilidad.

Desde el altar pude contemplar una comunidad viva, internacional, variopinta, diversa, multicolor (marroquies católicos, algún converso, españoles, franceses, filipinos, subsaharianos, algún otro grupo de voluntarios de Sevilla, etc). Los chicos de La Madona asumieron el coro apoyados por algunos locales y otros de color negro con guitarras y bombo africano.

La diversidad de feligreses nos llamó la atención, pero así es el rostro de la Iglesia universal, la casa de todos, diversa y plural. Y también así son las vidrieras de la catedral llenas de luz y colores diversos. Una sinfonía de luces diferentes que daban calidez al templo.

Allí nos juntamos todos. Aquellos a los que durante la semana servimos en las distintas casas, el domingo nos juntamos como una familia en la gran Casa común: Franciscanos De la Cruz blanca (con su labor desde una Enfermeria para pobres y su residencia de discapacitados y atención en la cárcel); Misioneras de la caridad (con la acogida de madres solteras repudiadas por la sociedad que huyen de sus casas por miedo a ser maltratadas y atención y cuidado de los bebés que van naciendo); Misioneras de Jesus-María (con su guardería de niños sin recursos y residencia de niñas de la calle con todo lo que conlleva: adicción al pegamento, abuso sexual, prostitución); Adoratrices (que trabajan con niñas en peligro de prostitución); Franciscanas misioneras (que nos dan acogida en su casa-residencia y trabajan con niños sordomudos sin recursos; los Franciscanos menores (el obispo y Vicario son Franciscanos) que se dedican sobre todo a la atención de los inmigrantes del SubSahara que esperan cruzar la frontera y la atención de las parroquias.

Nos hemos llevado una sorprendente y preciosa imagen universal de la Iglesia. La diversidad de colores da un resultado final precioso.

Hay alguna más comunidad religiosa trabajando en Tánger, pero nosotros no llegamos a todos. Y no puedo olvidar mencionar al pequeño convento de Carmelitas contemplativas descalzas que tienen su presencia aquí. Son nueve monjas , muchas de ellas jóvenes venidas de distintos países. Son misioneras porque al ingresar en los Carmelos de sus países ellas solicitaron venir a Tánger. Me recuerdan tanto a su fundadora, Santa Teresa de Ávila, A quien se la conocía por el nombre de "la andariega".

Rezad por la Iglesia en países no cristianos, necesitan de nuestra oración.

 

Tánger #3: Puertas abiertas al hermano.

El Amor, la puerta que nos introduce al Reino de Dios. El Amor siempre buscará una salida para darse al otro, para anunciar al otro la Buena Noticia del Amor; esto es lo que nosotros cristianos entendemos por la evangelización. El Amor siempre abrirá una puerta porque el amor por ser amor necesita entregarse al otro.

El que podría llamarse "el Cuarto Viaje Misionero de San Pablo", fue su viaje a Roma, que le tocó pasar por la tempestad y el naufragio. Es impresionante, pues aunque todo ese viaje lo hizo encadenado, las cadenas no le estorbaron para que el Amor a Jesucristo le empujara a hablar y dar testimonio de su experiencia. Recordemos que en su segunda carta a Timoteo, capítulo 2, versículo 9, dijo: "por este evangelio soporto sufrimientos; incluso el estar encadenado como un criminal. ¡Pero la palabra de Dios no está encadenada!".
La Palabra de Dios que contiene sólo el Amor divino siempre encontrará una puerta para salir a expresarse, a dar testimonio de su grandeza. La Palabra y el Amor De Dios nunca estarán encadenados no maniatados aún por cultura o ley alguna.

El domingo, después de la misa en la catedral, el Padre Simeón Stachera, Vicario general de la Archidiócesis de Tánger y Director Nacional de Obras Pontífices Misionales, nos dio una charla sobre la presencia de los franciscanos en tierras del norte de Africa. Antes sultanes, ahora el Rey de Marruecos. (Marruecos forma parte de la misión más antigua de los frailes menores. Los primeros hermanos enviados por San Francisco de Asis llegaron a Marrakech en 1219, viviendo todavía el Santo.)

Hablando de su labor actual como católicos en una realidad musulmana nos decía:
"Si aquí no puedo anunciar de palabra, lo haré con las obras.
Recordad que en el islam no hay libertad religiosa, la Ley de proselitismo prohíbe pensar en algo distinto a la fe en Alá y prohíbe a otras religiones hablar o enseñar sus creencias. Aquí esta prohibido el bautismo."

El padre nos contaba, a voz baja y pidiendo discreción, que hay una pequeña comunidad cristiana clandestina de conversos que se junta en lo escondido y los franciscanos les acompañan discretamente.
Al final concluía: "solo con obras, sembramos semillas. Tenemos la boca cerrada pero tenemos unas manos, unos pies, una sonrisa con las que sembrar el Amor de Cristo. El Amor es nuestra puerta al hermano musulman."

 

Experiencia del voluntariado con los discapacitados de la Casa Nazaret (Tánger) junto a los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca

Cuando me pidieron que contara la experiencia que pude cosechar en esa semana y media junto a los discapacitados de la Casa Nazaret, me ocurrió lo que a tantos otros: no sabía por dónde empezar. Afortunadamente, la reflexión es el orden del pensamiento, por lo que poco a poco fui ordenando todos aquellos derivados de este breve viaje. Ni que decir tiene que hablaré por mí, pues las experiencias colectivas son difíciles de concretar por escrito, mientras que las personales fácilmente tienden a ser más auténticas, más reales, repletas de una emotividad verosímil. Como resultado, encontré mi experiencia dividida en dos grandes dimensiones. La primera, fruto del trato con esos “chicos” (empleo el término “chicos”, aunque todos eran mucho mayores que yo); la segunda, surgida con motivo de la labor de los dos hermanos franciscanos, Jesús y Jose.

Ahora que ya sabía por dónde empezar, me faltaba un nombre. Tánger. Una ciudad más del mundo que habría pasado inadvertida en mi ignorancia de no ser porque estuve allí, una población marroquí separada de España por tan solo 14 kilómetros, una cultura totalmente distinta por el efecto de un mar convertido en frontera. Tánger. El lugar que ha cobijado esta experiencia que intento redactar. Demasiado se podría añadir en su favor y en su contra, pero ese no es el fin de este escrito, de modo que me centraré.

La primera dimensión a la que he hecho referencia ha sido la de mi trato con los doce hombres atendidos en la Casa Nazaret. Por suerte o por desgracia, no fue algo completamente nuevo para mí. Me explico. No es necesario viajar a Tánger para conocer a personas etiquetadas con diversidad funcional. ¿Por qué? Porque la diversidad funcional no entiende de países. Sencillamente, y con contados casos, se hace presente en el género humano. La propia hermana de mi padre nació deficiente. Por entonces, se decía que era subnormal. Yo solo tenía cinco años cuando murió, pero gracias a algunos fragmentos de mi memoria y a las muchas historias que me ha contado mi abuela sobre ella, he podido esbozar quién era, qué problema tenía, cómo la ayudaron y por qué fue tan importante cuidarla y quererla. Evidentemente, jamás pude vivir y reflexionar acerca de la enfermedad de alguien así como en estos días, y a ellos me remito. ¿Cómo han sido ahora mis reflexiones y vivencias? ¿Qué he aprendido de ellas? ¿Qué puedo sacar en claro de mi trato con estos “chicos” de Tánger?

Como cuando quiero soy ordenado y ahora quiero serlo, quisiera resaltar, acogerme a cinco aspectos en concreto. Lógicamente, voy a dejar en el tintero muchos otros que también merecen, como mínimo, mención. No obstante, he elegido focalizarme en esos cinco sin más que fin que organizar el caos de mi expresión interior. Además, cada uno de los aspectos que detallaré podría extrapolarse al trato que en tu día a día tienes con otras personas, a tu forma de convivencia y de relacionarte, al concepto que tengas de «persona» más allá de ti mismo/a.

En primer lugar, me gustaría destacar la aceptación. Como a menudo los ejemplos son los que mejor ilustran las ideas, me esforzaré por utilizarlos. ¿A qué me refiero con aceptación? Bien. En la primera visita al centro y a la planta segunda donde viven y conviven los discapacitados, recibes una bofetada de mal olor, como si hubieses introducido la cabeza dentro de un váter excrementado. Por el contrario, en tu octava visita ya simplemente percibes una vaga fragancia familiar. Otro ejemplo. La primera vez que Alami te toma tu mano y la acerca a su rostro piensas: “¡No meto mi mano en su boca ni de coña!” Sin embargo, la décimo séptima vez que lo hace incluso le das un beso después. No sé si he sido claro, pero en ambos casos entra en juego la aceptación. ¿En qué consiste? En transformar el rechazo de las diferencias en un contacto desinteresado; en incorporar los contrastes no como excepciones, sino como otra realidad; en mirarles más allá de sus deformidades y deficiencias. Es decir, en tratarles como personas, como iguales. Es cierto que tienen una saliva corrosiva, mandíbulas faltas de dientes, rostros afeados según nuestros cánones de belleza, cabezas diminutas, una forma de comunicarse inteligible o movimientos incontrolados y espasmódicos; pero no dejan de ser personas, individuos a los que puedes respetar, apreciar y querer como a cualquier otro. En el momento en el que asimilas que poseen la misma dignidad e integridad que tú es cuando comienzas a entender qué es la aceptación.

El segundo aspecto que quiero abordar es el de las historias que hay detrás de cada uno de ellos. Si nadie te lo cuenta, ¿cómo vas a saber en menos de dos semanas que Isham (no sé si está bien escrito) se crió enjaulado y entre gallinas, que Juseff (tampoco sé si así se escribe) tiene un récord Guinness por ser capaz de meterse su mano hasta el esófago cuando quiere divertirse, o que Tahiri en una ocasión casi se desploma por el ascensor? Al igual que cualquier persona, sus vidas no se limitan al tiempo que hemos tratado con ellos. Tienen un antes, un pasado infinito repleto de instantes maravillosos o deleznables que es imposible imaginarse. Y, en buena parte, son esas historias las que les han hecho ser quienes son. Al no comunicarse, o no en castellano, es complicado llegar a conocerlas. Para ello existen las preguntas, dirigidas tanto a los hermanos franciscanos como al personal marroquí, preguntas que te otorgan una información valiosísima acerca ellos. Todos tenemos una historia, un pasado que forma tan parte de nosotros como nuestro carácter, nuestro cuerpo o nuestros sueños. Conozcámosla.

Otro aspecto a comentar es el de la convivencia. Quienquiera que haya mantenido una conversación con Ahmed estará al tanto de estas expresiones y los muchos gestos que las acompañan: tiri-tiri, nala, sa-sa-safi, napa, tres, manana… Después de escuchar eso una quinientas veces cada tarde se te presentan dos opciones: o bien te levantas, te aproximas a la ventana y ¡saltas porque ya no lo aguantas más!, o bien le miras con el mayor cariño que puedas poner en una mirada y asientes. En caso de seleccionar la segunda opción no tardas en llegar a esta conclusión: participar con tu vida en sus vidas puede ser desquiciante y agotador, y más cuando es día tras día o, incluso, año tras año; pero también puede ser enternecedor y gratificante. Ese es el gran misterio de la convivencia: pese a todo, tú escoges cómo enfocarla.

En cuarto lugar, quisiera situar la admiración. Yo no sabía que Jouseín estaba licenciado en lavandería doméstica. ¡Es impresionante! Dobla la ropa increíblemente mejor que los dependientes del Corte Inglés. Y pienso: una persona que soy capaz de admirar es alguien a quien tengo en muy alta estima, alguien a quien tengo en muy alta estima es alguien al que le otorgo un rol por encima de mí, y alguien al que le otorgo un rol por encima de mí es alguien al que considero más que yo en la materia que sea y del cual puedo aprender. ¡Jobar! No sabéis cuánto me ha costado reconocer que alguien que parece ser menos que yo (por el hecho de ser discapacitado) sea más que yo en tantos aspectos y me desmienta eso de las categorías de “más” y “menos” a la hora de comparar personas. Con esto quiero decir que nadie es más o menos que nadie. Simplemente se es. Y dado que un discapacitado es tan persona como yo, ¿por qué no va a enseñarme a ser mejor?
Por último, quería hacer referencia al cariño. Mohamed, el mismo que reparte guantazos sin ton ni son con la lengua mordida hacia afuera y a cualquiera que le haga rabiar, es capaz de dedicarte un beso inesperado sin ninguna clase de malicia, porque sí. O Tahiri, quien en un arrebato de amor no tarda en regalar besos a diestro y siniestro, es capaz de plantarle uno a Alami en los morros y recreándose en él. No me malinterpretéis. Lo que de verdad admiro, lo que en realidad me sorprende ha sido darme cuenta de que están llenos de cariño. Hay algo en ellos que te incita a quererles sin necesidad de que te lo pidan. ¿Quién me explica por qué esto es así? ¿Quién puede entender por qué esto sucede? ¿Cómo es que doce sujetos cuyas circunstancias deberían haberles traído por el camino de la amargura se han sobrepuesto a sus limitaciones rebosando felicidad, desprendiendo el amor más inocente?

Llegados a este punto de mi reflexión y dentro de la dimensión del trato con los discapacitados de la Casa Nazaret, voy a recapitular aunando los elementos principales de la misma.

 ¿Qué me ha reportado mi experiencia junto a ellos?

-En primera instancia, la gracia de aceptarles como son, pese a todo y hasta el punto de disfrutar compartiendo instantes con ellos. (ACEPTACIÓN).
-Por otro lado, saber que sus historias personales son fundamentales para llegar a conocerles más. El pasado nos define, y el suyo es sumamente característico. (HISTORIAS QUE HAY DETRÁS).
-No debo olvidar nunca que el hecho de convivir, de participar con mi vida en sus vidas, es el regalo más palpable del voluntariado. (CONVIVENCIA).
-También me sorprende haber sentido admiración hacia ellos, o sea, reconocer que son capaces de enseñarme, de hacerme mejor; y eso es algo que jamás habría dicho que podría pasar. (ADMIRACIÓN).
-Y en quinto y último lugar, me quedo con haber aprendido que su capacidad de profesar amor me demuestra que no hay fronteras en la condición de amarse. (CARIÑO).

Al principio he hecho alusión a una segunda dimensión de mi experiencia: la de la labor de los hermanos franciscanos. No quisiera faltar a mi palabra, y lo menos que puedo hacer es ofreceros nuevamente mi opinión reflexionada en esta cuestión.

Una vez leí en un libro estas frases, atribuidas a Victor Frankl: “El éxito, como la felicidad, no debe perseguirse, sino seguirse. Y solo es posible como efecto secundario de la dedicación personal a una causa mayor que uno mismo.” ¿Por qué razón la cito? Principalmente, porque vuestra labor, manifestada en vuestra inigualable entrega, me parece, cuanto menos, admirable, memorable y ejemplar. Si hay alguien que pueda rozar la idea del éxito y de la felicidad, sin duda alguna apostaría por vosotros. Quizás es mi ignorancia, o mi falta de comprensión, pero una vida consagrada exclusivamente a los demás, y de entre esos demás a los más necesitados, es algo que se escapa a mi entendimiento y de lo cual solo puedo aprender humildemente. Representáis a una parte de la Iglesia, y aun así vuestra labor va más allá de la religión, centrándose en la acogida, el cuidado y el amor hacia los más pobres y, en este caso, hacia quienes presentan diversidad funcional. Os comparo conmigo. Yo solo he amado a quienes he elegido amar. He elegido amar a mi familia, a mis amigos y a mi pareja. En contraposición, vosotros amáis a quienes no habéis elegido. Vuestra familia queda en vuestros lugares de origen, al igual que vuestros amigos, y, en cuanto a la pareja, habéis renunciado a tenerla. Es más, convivís con compañeros franciscanos, trabajadores marroquíes, discapacitados, voluntarios y otras tantas personas que tampoco habéis elegido. Y, a pesar de eso, también las amáis.

¿Por qué?

Este es, a mi juicio, el gran enigma de vuestra labor. De todas formas, sois un modelo del cual aprender, un ejemplo que desconocía antes de mi semana y media en Tánger.

Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca. Me inspiráis respeto pues, aunque sois religiosos, sois personas tan humanas como yo y dedicadas a una misión preciosa. También siento por vosotros admiración. Los cuatro votos que os caracterizan (caridad, castidad, pobreza y entrega a los más necesitados de entre los necesitados) requieren de una devoción, un desprendimiento y una fuerza de voluntad tal que me alegra haber conocido vuestra orden, saber que en el mundo existen personas dedicadas a una causa mayor que uno mismo. Y, en último lugar, me trasmitís una virtud que es fundamental a la hora de hacer de este mundo un lugar mejor: confianza en el ser humano, una fe ciega en la capacidad que tenemos de mejorar, de cambiar las cosas, de ayudar a los demás desinteresadamente como fruto del amor al prójimo, de vivir por y para los demás para vivir con uno mismo.
Solamente me queda por añadir una palabra: GRACIAS.
NACHO.

 

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