Peregrinación cuaresmal al Santuario de Covadonga (Asturias) y a la Basílica de la Gran Promesa (Valladolid).
El sábado, a pesar del temor a las lluvias, disfrutamos de un precioso día y pudimos caminar en familia (niños, jóvenes y adultos) desde Cangas de Onís hasta el mismo Santuario de Covadonga. Recordamos que en este año 2018 se celebra el centenario de la coronación de la Virgen de Covadonga por lo tanto pudimos recibir el jubileo que otorga la iglesia. (http://www.santuariodecovadonga.com/pagina.php?id=69)
Después de comer pudimos rezar todo el grupo el rosario en la cueva, a los mismos pies de La Virgen. A la noche nos reunimos en torno a Jesús sacramentado en la parroquia de Arenas de Cabrales, allí disfrutamos de una preciosa adoración para terminar el día.
El domingo, ya de regreso a Madrid, paramos en Valladolid donde celebramos la eucaristía en la Basílica de la Gran Promesa. Allí descubrimos el gran tesoro que se esconde: la revelación de Jesús abriendo su sagrado corazón al beato Bernardo de Hoyos.
A continuación dejamos una meditación del padre Luis José.
Basílica de la Gran Promesa, marzo de 2018. Oración:
Hoy siento una gracia enorme, un maravilloso poso en mi corazón fruto de esta peregrinación. He recibido un impacto grande en la Basílica de la gran promesa, cuando se nos explicaba que el beato Bernardo de Hoyos recibe la revelación del sagrado corazón de Jesús ahí mismo. Me llena de gozo sereno el pensar en esos diálogos personales e íntimos del beato Bernardo de Hoyos con Jesús, que nos explicaban, para una devoción tan particular como es el Amor al corazón del mismísimo Jesús.
Nos hicieron una comparación para ver la grandeza de esta revelación a Bernardo de Hoyos. La comparación que nos hicieron entre la aparición de la Virgen en Lourdes con Bernardette y en Fátima con los pastorcillos: no solo en ambos sitios se aparece la Virgen, sino que en particular, en Fátima, la Madre revela su santísimo corazón a los niños.
Asimismo allí, en la Basílica, en ese mismo lugar, Jesús mismo, mi amadísimo Señor, el Rey de reyes, la segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo de Dios da a conocer lo que siente en su corazón y abre el misterio de su amor ardiente por la humanidad.
El impacto recibido es la efusión de una gracia en mi corazón que deja un poso de gusto espiritual de consuelo, de serenidad en mi alma. Desde ayer este sitio anida en mis pensamientos y corazón, ha dejado una profunda huella.
Señor mío y Dios mío, gracias por permitirme gustarte internamente, por permitirme disfrutar de lo que me permites conocer de ti, de tal forma que vas dejando huellas en mi alma pues tú se lo has revelado a quien te parece. Mt 11, 25: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla.”
Jesús, me haces entender a través de los diálogos tan íntimos y personales con Bernardo de Hoyos como nos hablas de tus deseos más profundos, como tú hablas corazón a corazón, como tú te haces accesible y cercano, te abres a un diálogo, hablas, te explicas y tú nos cuentas a través de este jesuita el amor apasionado que sientes por todo hombre y en particular a España.
Me impactan esos diálogos sencillos que nos deja Bernardo, la intimidad, sus desposorios contigo, la reciprocidad amorosa y amistad, y el compromiso en la acción para llevarte a los hombres y que te conozcan.
Me impacta saber que Tú, el Hijo de Dios, hayas escogido un lugar tan sencillo como Valladolid, un lugar que apenas sabía yo de él, que Tú hayas querido manifestarte ahí de una forma tan maravillosa.
Saboreo la huella que has dejado en mi corazón desde ayer, siento la dulzura de tu gracia presente y santifícante, despertando en mi deseos de mayor devoción, amor y amistad hacia Ti. Quiero crecer en conocerte más, amarte más y servirte mejor. (P Luís Jose)
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