Ante la celebración del Corpus Christi. Historia de la festividad
Todo empezó en la Última Cena, cuando el Señor Jesús, ante el pan que parte y el vino que entrega a los discípulos, da ese peculiar mensaje: “… esto es mi Cuerpo-mi Sangre… mi Vida entregada por vosotros y por todos para el perdón… cuando os reunáis haced esto como Memorial Mío…”
Este lenguaje, casi no entendido durante la Cena, se llena de sentido cuando, después de la resurrección del Señor, los discípulos reunidos van recordando las palabras y los gestos de su Maestro y Señor y van experimentando su presencia en medio de ellos al hacer su Memorial.
Con el tiempo (siglos) estos encuentros fraternos, vivos y festivos, van ritualizándose, y casi imperceptiblemente, el rito va “comiéndose” la realidad celebrada.
Por otro lado, la disciplina en torno al sacramento del perdón va haciéndose cada vez más exigente, imponiendo pesadas penitencias, que fueron causa del alejamiento del pueblo llano a la comunión eucarística.
Gran parte del pueblo cristiano, al no poder participar de la Eucaristía se conformaba con llegar a mis y ver al Señor en el momento de la Elevación.
Hacia mediados del siglo XIII, Santa Catalina de Mont Cornillon, priora de un Monasterio Benedictino, cercano a Lieja (Bélgica) convence a su obispo para celebrar en toda su diócesis, una festividad especial centrada en torno a la presencia real de Cristo en la Eucaristía: esta será la primera fiesta del Corpus.
Fue el Papa Urbano IV, quien pocos años después, encarga el Oficio y los himnos de la fiesta a San Buenaventura y a Santo Tomás de Aquino (cuentan que, al presentar su trabajo, según iba leyendo Santo Tomás su Himno, San Buenaventura fue haciendo pedazos lo que él había escrito). Y fue el Papa Clemente V en 1317 quien extiende esta fiesta a toda la Iglesia: el jueves siguiente a la fiesta de la Santísima Trinidad que venerará de un modo especial la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Y así quedó instituida para toda la Iglesia la festividad del Corpus.
Y junto con la celebración especial para este día se va introduciendo en diversos lugares la costumbre de una gran procesión con el Santísimo Sacramento expuesto y paseado por las calles de la ciudad, acompañado y aclamado por el pueblo que canta los conocidos himnos de Santo Tomás: “Tantum ergo”, “Adorote devote”, “Panis angelicus”…
Una última palabra antes del punto final: todo lo nacido del Pueblo (Popular) es susceptible de ser manipulado, dando al traste con el sentido profundo que tuvo en origen… y eso ha ocurrido con algunas de las procesiones del Corpus: nacidas de la devoción popular se han convertido es espectáculo de “Interés Turístico Internacional”.
Cristo, presente en la Eucaristía, es nuestro alimento para el camino de cada día.
D. Jesús Castejón.